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Elideth Abreu

Florecitas siempre vivas

Al contemplar la majestuosidad de la creación de nuestro Padre Celestial, encontramos lecciones profundas en los elementos más humildes de la naturaleza. Consideremos las pequeñas y modestas florecitas siempre vivas que adornan los campos y montañas. Estas flores, aunque sencillas en apariencia, poseen una resistencia y belleza que perduran a través de las estaciones.

A pesar de enfrentar vientos fuertes, lluvias torrenciales y el calor abrasador del sol, las florecitas siempre vivas permanecen firmes, levantando sus pétalos hacia el cielo. No buscan reconocimiento ni alabanza; simplemente cumplen con el propósito para el cual fueron creadas: brindar belleza y esperanza al mundo que las rodea.

De manera similar, nosotros, como discípulos de Jesucristo, estamos llamados a perseverar en la fe, incluso cuando enfrentamos desafíos y adversidades. Nuestra fortaleza no proviene de la ausencia de pruebas, sino de nuestra capacidad para mantenernos firmes y fieles en medio de ellas. Al igual que las florecitas siempre vivas, podemos encontrar nuestra verdadera belleza y propósito al confiar en el Señor y en Su plan divino para cada uno de nosotros.

El Salvador enseñó que aquellos que se humillan serán exaltados y que, al perder nuestra vida por causa de Él, la encontraremos. Las florecitas siempre vivas nos recuerdan que la verdadera grandeza se encuentra en la humildad, la constancia y la dedicación silenciosa al servicio de los demás.

Que podamos aprender de estas pequeñas flores a ser inquebrantables en nuestra fe, constantes en nuestras buenas obras y siempre dispuestos a elevar nuestra mirada hacia Dios, confiando en que Él nos sostendrá y fortalecerá en todo momento.

Poema de reflexión inspirado en el estilo del élder Dieter F. Uchtdorf

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