Florecer de la ternura. Prosa poética
En la penumbra suave de la tarde, donde el sol se derrama en destellos dorados sobre las hojas que tiemblan, las palabras brotan como raíces que buscan el agua. Es un silencio denso, lleno de ecos; un canto secreto que se agita en lo más hondo de la tierra.
Las sombras danzan, ligeras, y el aire huele a la dulzura de lo eterno, a esa nostalgia que nos atrapa y nos empuja a soñar con lugares que jamás hemos pisado, pero que sabemos nuestros. La piel, tibia, se estremece con el roce de un viento cómplice, susurrante, que parece llevar consigo pedazos de historias olvidadas, de sueños que alguna vez fueron.
Y entonces sucede, como un roce en la piel: el alma se abre y en su centro florece la ternura, como un secreto bien guardado.
