Eterno e infinito
Bajo el cielo de la tarde, las nubes pintan el horizonte con colores efímeros que se desvanecen. Los montes, impasibles y sublimes, son testigos del día que muere, mientras las sombras crecen y el aire suave acaricia con la fragilidad de un suspiro. Una canción tenue se disuelve en la brisa, reflejando la esencia desnuda de la belleza.
En este instante, lo eterno y lo finito se confunden, y el deleite del crepúsculo nos invita a soñar. Las imágenes se transforman en símbolos, en versos nacidos del encuentro de miradas. La noche cae, apagando el rojo ardiente del día en un blanco agotado, mientras el sueño nos lleva al umbral de la muerte, prometiendo un amanecer más sabio y pleno de luz.
