Éramos sombras
Éramos sombras vagas, errantes en la aurora,
los pasos de un silencio que nunca se detuvo.
En la raíz del mundo, la soledad que implora,
y el eco de un llano que la eternidad obtuvo.
Fuimos la luz cansada que el tiempo deshacía
manos que se tendieron buscando algún sentido,
un soplo que en la bruma su forma disolvía.
mas todo era vacío: un laberinto herido.
El cielo se rompía en lágrimas de plata,
y el suelo, como un templo, callaba sus lamentos.
Las horas, con sigilo, robaban nuestras ansias,
y el viento, en su susurro, guardaba los secretos.
Un río nos cruzaba con hálitos profundos,
en su cristal, los rostros se ahogaban con dulzura,
corría entre las venas de sueños tremebundos,
y el agua era un abismo que nunca tuvo cura.
Éramos, y no fuimos: cenizas en el alba,
fragores de un poema que nunca se pronuncia.
La vida nos mecía con su mortal guirnalda,
y el fin era un latido que en el silencio se anuncia.
