En la sombra de un tiempo oscuro,
donde el verbo era prisión,
María, con su luz de fuego,
hilvanó su rebelión.
No blandió fusil ni espada,
ni alzó gritos de rencor,
con palabras bien tejidas
levantó su rebelión.
Mientras otros imponían
dictaduras y terror,
ella armaba con paciencia
un diccionario de amor.
Cada entrada era un destello,
un camino hacia el saber,
contra el yugo del silencio,
contra el miedo a perecer.
No hubo honores ni laureles,
no la alzaron en canción,
pero en cada voz que nombra
vive su revolución.
Hoy su obra nos convoca,
su memoria es un farol,
pues en páginas labradas
María aún dice: “Aquí estoy”.