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The Reapers, by Julien Dupré
ElidethAbreu

El Jardín del Tiempo: Alegoría

En un rincón escondido del universo, existía un jardín donde cada planta representaba un instante de la vida. Los árboles altos y robustos eran los momentos de gloria, mientras que las delicadas flores que apenas rozaban el suelo eran los días de calma y ternura.

En el centro del jardín, una fuente cristalina vertía agua que nunca se detenía, como un río sin fin: era el Tiempo, que regaba cada rincón de ese espacio mágico. Las plantas no podían moverse ni escapar de la corriente. Algunas deseaban que el agua corriera más rápido, ansiosas por florecer; otras, temerosas del ocaso, intentaban detener su fluir.

Un rosal de pétalos dorados se lamentaba, pues el Tiempo le había arrebatado algunas de sus flores más bellas, marchitándolas antes de que pudiera apreciarlas. “¡Oh, Tiempo cruel! ¿Por qué no puedo detenerte?” clamaba.

A su lado, un viejo roble, cuyas hojas cargaban décadas de sabiduría, respondió: “No es el Tiempo quien nos quita, amigo mío. Es él quien nos da. Sin su agua, jamás hubieras florecido ni extendido tus raíces en este suelo fértil.”

El rosal, reflexivo, guardó silencio y comenzó a observar el jardín con nuevos ojos. Descubrió que incluso las flores caídas se habían convertido en abono, nutriendo la tierra para nuevas vidas. Comprendió entonces que el Tiempo no era un enemigo, sino un maestro que enseñaba a dejar ir, a crecer y a renacer.

Así, el jardín continuó su danza eterna, alimentado por la fuente infinita del Tiempo, donde cada planta, árbol y flor tejía su propio relato, todos conectados en una armoniosa lección sobre la fragilidad y la belleza de existir.

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