Donde la luz se quiebra
El bosque calla
y en su espesura duerme el grito,
agazapado entre cortezas
y sombras húmedas.
Camino hacia el claro
donde la luz se quiebra:
un río de cristal
roto por las aristas del tiempo.
Allí, el aire huele a renuncia,
a días desgastados
en la piedra del silencio.
¿Qué soy sino eco
de estas ramas vencidas?
¿Qué busca mi paso
si no hundirse en la raíz
de un instante eterno?
Pero todo arde,
incluso el musgo que acuna
la caída de lo olvidado.
Y de esa llama,
solo ceniza somos:
partículas que vuelan
en busca del último horizonte.
En el temblor de un ocaso,
la vida se abre,
como una herida
que aún respira.
