Una peste tremenda azota nuestro barco,
Sembrando el terror y la desesperación;
Los enfermos se mueren, sin hallar amparo,
Y el miedo se apodera de toda la tripulación.
Por todas partes se oyen lamentos y gemidos,
Los cuerpos sin vida yacen en el suelo;
La angustia y la agonía se ciernen sobre los oídos,
Y una sombra de muerte parece cubrir el cielo.
¡Oh, Señor, ten piedad de estos pobres marineros,
Que en medio de esta plaga se aferran a la vida,
Implorando tu auxilio, con gritos lastimeros!
Líbranos de este mal, infunde en nuestros pechos
La fuerza y la esperanza que sólo Tú puedes brindar,
Y haz que salgamos de esta prueba con el alma restablecida.