Descansa en la noche, en su abrazo frío,
donde el silencio eterno se despliega,
en el umbral donde el alma se entrega
a un mundo oculto, sin luz ni rocío.
Que las sombras susurren tu regreso,
un manto oscuro en suave letargo,
y el eco de la vida, frágil y largo,
se apague lento en el sueño espeso.
No hay lamento que alcance tu oído,
ni canto que a la muerte resista,
sólo el murmullo de un viento en bruma.
Dejas atrás el sol, el mar, el nido,
y en este manto de noche insista
el vasto olvido que todo consuma.