Oh, luz que iluminaste mis senderos,
maestra de sueños, de anhelos sinceros,
tu voz, cual susurro, en mi mente resuena,
dejando en mi alma una huella serena.
En aulas de vida, sembraste la esperanza,
con cada lección, forjaste la confianza.
Tus ojos, faros en la bruma oscura,
me enseñaron a luchar con ternura.
Recuerdos que guardo, cual joyas preciosas,
las risas compartidas, las horas hermosas.
Hoy, en este adiós, mi corazón duele,
pero en cada paso, tu ejemplo me envuelve.
Las letras que diste, cual alas de viento,
me llevan adelante, me llenan de aliento.
Maestra, en el alma, tu esencia perdura,
en cada batalla, tu fe me asegura.
Adiós, dulce guía, en este mi canto,
tu legado es la fuerza que nunca quebranto.
Aunque el tiempo pase y el camino se extienda,
tu luz en mi pecho a tu honor se ofrenda.