¡Un soneto me pides! ¡Qué diablura!
A la tal petición no me someto;
me pone tu pedido en tal aprieto,
que no fuera contártelo cordura.
Mas, ¡cómo desairar a una criatura
que pedírmelo supo con respeto!
Toma pronto, mujer, toma el soneto
que estoy al acabar esta obra dura.
Pero exijo una cosa antes que todas,
que espero me concedas, por ser justo:
pidiéndome sonetos me incomodas,
y dártelos no puedo de buen gusto;
cuando quieras pedirme una poesía,
pídeme el corazón, hermosa mía.