El Cucalambé

La Virgen de La Caridad

Cuando yo, inocente niño,
  En el regazo materno
  Era objeto del más tierno
  Y solícito cariño;
  Cuando una mano de armiño
  Me acarició en esa edad,
  Mi madre con ansiedad,
  Más grata y más fervorosa,
  Me habló de la milagrosa
  Virgen de la Caridad.
  Trátabame sin cesar
  De esa imagen bendecida
  Por milagro aparecida
  Sobre las olas del mar,
  Y oyendo yo relatar
  De su aparición la historia,
  La conservé en la memoria
  Desde la ocasión aquella
  Y soñaba ver en Ella
  Un astro de eterna gloria.
  Pasó mi niñez florida,
  Llegué a ser adolescente
  Sin borrarse de mi mente
  Esa imagen bendecida;
  Y en esa edad de mi vida
  Para mi mayor ventura,
  Supe que esa imagen pura,
  Santa emanación del cielo,
  Era el amparo y consuelo
  De toda infeliz criatura.
  Supe que clemente y pía,
  Consoladora del pobre,
  Allí en la sierra del Cobre
  Su santo templo tenía.
  Supe que allí residía
  Desde su primera edad
  La imagen que a voluntad
  De un Dios supremo, infinito
  Trajo a sus plantas escrito
  El nombre de Caridad
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