A las 5.30 del día diez
fulguré como un elemental agonizante.
No veo el año ni el mes
ni los secretos podridos
ni los silencios rotos pero prolongados
como los gusanos y las babosas.
Hoy debo repartir mi miedo
la firma de mi pánico
la verde costra de mis dos mudos pies
sobre las calles ultrajadas.
Dulcemente a solas me miento la madre,
porque yo sí procuré, procuro algo,
canceroso procurador
—hígado roto, riñones de cemento—,
procurador de la miseria y de los muertos,
muerto vivo, poeta funeral,
nacido en junio, en junio muerto,
testigo, testimonio,
dolorido hasta los ascos,
ardido por mis hijos y mis hermanos apaleados,
asesinados.
Dios nos bendiga,
diez, dieces de junio, dioses de siempre,
y compadezcamos a Dios
que tampoco vio nada.