No viene el ruiseñor a mi ventana
a darme el buenos días con sus trinos;
quizás esté alegrando otros destinos
y se me fuera el santo y la peana.
Venía muy puntual cada mañana
a cantar en gorjeos argentinos
y al oírlos, los pájaros vecinos
se le unían también de buena gana.
Me sumían la mente en el nirvana
y el cielo recibía de inquilinos
mis deseos. La gloria era cercana,
mas ya mis pensamientos son mohínos,
por lo cual mi existencia está rayana
con lindes del peor de los caminos.