Recuerdo aquella noche de verano,
que en playa solitaria y luna llena
caminábamos juntos por la arena
con el ruido del agua no lejano,
platicando hasta el alba, y bien temprano
la brisa acariciaba tu melena
y el viento descubrió tu tez morena
y al verla, me apreté más de tu mano.
Subimos por las dunas que allí había
eufóricos y llenos de alegría
terminando después entre las olas,
donde entre abrazos y amorosos besos
gozamos de los máximos excesos
al comprobar que estábamos a solas.