No tengo un solo sueño en que no estés,
tampoco un pensamiento ajeno a ti;
ciega te supondría si no ves
que permanentemente estás en mí.
Te despiertas conmigo en la mañana
y estás a mi costado todo el día,
hasta que éste en la tarde se desgrana
cuando de luz la tierra se vacía.
Y después en la noche, cuando sueño
te presentas de nuevo y te introduces
apoderándote con gran empeño
de mí hasta que el albor se rompe en luces.
¿Seremos uno al otro el complemento
para ser dos en uno al cien por ciento?