El último, el primero o el que sea,
en el amor no existe preferencia,
lo que importa es hacerlo con frecuencia
y el ardor y dulzura que se emplea.
Para llevarlo al súmmum se caldea
primero por si hubiera reticencia,
subirlo hasta su máxima potencia
y que arda la pasión como una tea.
De este modo el deseo se alinea
con la lujuria y llega con urgencia
ese placer tan grande, que evidencia
que quien ama encontró su panacea.
Nos puede dar de su importancia idea,
que por él nadie siente indiferencia.