Al llegar a Toledo, el río Tajo
la ve cristiana, sefardita y mora
y de las tres culturas se enamora
yéndose ta feliz el valle abajo.
Pero antes de seguir y en agasajo
con singular meandro la decora,
que también muy gustoso colabora
en que la echen piropos a destajo.
Esta ciudad sobradamente bella
es por sus habitantes muy querida
y por los forasteros admirada,
dejándonos a todos honda huella
que vamos a llevar ya de por vida,
porque en el alma quedará grabada.