Déjame que te bese dondequiera,
que cada que te pienso me apetece
viendo que la libido más me crece,
al punto que hasta el alma se me altera
pidiéndome saltarme a la torera
las reglas que existieran y que empiece
para saciar sus ansias. Me estremece
pensar cómo sería, si pudiera.
Siento raudo volar al pensamiento
cargado del deseo de abrazarte
y explorarte por todos los rincones,
alargando sin tregua ese momento
de modo que me goces y gozarte,
en aras de gustosos atracones.