¡Bravo!... generación; rauda caminas
a modelar tus hombres con las fieras;
¡bien tus nobles misiones adivinas,
te escapas de las cátedras latinas
y en las plazas de toros te atrincheras!
Nuevos campos de lid a los toreros
levanta ¡o patria! agota los tesoros.
¿Pueblo de sabios son los extranjeros?
Pues aquí somos pueblo de vaqueros...
necios ¿qué vale más, leyes o toros?
¿La libertad, qué importa mientras brama
el acosado toro en la llanura
y la arena socava y desparrama
y sufre el aguijón... sufre la llama,
de la infeliz España imagen pura?
Y cuando ronco ya lanza profundos
del traspasado pecho los bramidos
y hombres caen y alazanes moribundos
¡cómo es ver a los mozos rubicundos
romper en gozosísimos silbidos!
Y a las damas, las dulces, las mimadas,
corazones de leche delicados,
cebarse en contemplar ensangrentadas
las carnes del buen toro acribilladas,
los pechos del caballo desgarrados.
Mas escuchad; a defender la lucha
de hombres y toros se levanta osado
el petulante hidalgo que me escucha
«Yo vengo —exclama—aquí con gloria mucha
porque esto es Español». ¡Bien, ha gritado!
¡O Nacional ardor! cien aureolas
de rubias astas en la docta frente
coloquen del mancebo, que halla solas
en los chulos las glorias Españolas,
en los toros su fuerza prepotente.
Para aquellas ¡oh pueblo! almas de toro
el valor y el saber son extranjeros;
no aprenden en el Cid que bate al moro,
no abren de nuestros libros el tesoro
y de España osan ser con ser toreros.
Pues también en las bellas de la España
tanto el patrio cariño se acrisola
que ven con entusiasmo a la alimaña;
con ellas la bondad es planta extraña,
tan sólo la crueldad es Española.
¡Quién me diera tu numen, Jovellanos,
para tronar y despedir centellas
contra aquellos padrones castellanos
que se elevan más altos, más ufanos
en vez de perecer bajo tus huellas!
¡Varón ilustre, si tu mente pura
de los rayos del sol aquí desciende,
mira al pueblo Español en esa altura,
cómo rápido avanza en la cultura,
cómo en la escuela de la ciencia aprende!
Pan y toros tenemos —prorrumpiste—
pero tu siglo fue siglo de oro,
el nuestro, Jovellanos, es más triste,
tú, al menos, con el toro pan tuviste,
¡a nosotros nos dan sin pan el toro!
Elvas, 1846