Me duele verte vivir
sentir el río de tu cuerpo
lleno de barcos y arrecifes.
Me duele ver que te desangras
lejos de la virtud de los geranios,
lejos de las encinas que todavía no plantamos.
Me duele verte encender las luces de Bengala
sólo para alumbrar los siete mares
y sentir cómo organizas el combate de la ilusión
únicamente por doscientos años.
Me duele ver que te divides
en invisibles piezas
que tienes que juntar todos los días
antes de que se ponga el sol o den las ocho,
que quisiera guardarte inmóvil en un cofre,
para leer las puntas doradas de tu alma
y ver si una de ellas es tan fuerte
para anudarse al cuello del sol
y estrangularlo con paciencia
hasta frenar los ritmos que nos separan.