Como el ave cantora
que habita el multiverso
y oculta bajo el musgo
sus trinos paralelos
nos rendimos,
porque el paraíso
es un denso tratado
sobre la muerte
y el cielo bosteza
cornisas escuálidas.
Como pluma solitaria
que muge cenizas tempranas
cuando ha escapado del tintero
nos caemos,
porque la tempestad
es un pequeño suspiro
para la pérdida
y la zarza está ardiendo
con fuego de lágrima.
Y es que nunca estuvimos
realmente a salvo
del trémulo paso de los días...
Liturgias de vértigo y plomo,
oficios de aguja y deriva.