Golden mist, the Occident illumines
the window. The assiduous manuscript
waits, already loaded with the infinite.
Someone is building God in the half-light.
A man begets God. He’s a jew,
sad-eyed and sallow-skinned;
time carries him as the river
carries a leaf on its declining waters.
Not important. The sorcerer insists
and carves God from refined geometry;
from sickness, from nothing,
God is erected from the word.
The most prodigious love was granted him,
the love that has no hope of being loved.
A haze of gold, the Occident lights up
The window. Now, the assiduous manuscript
Is waiting, weighed down with the infinite.
Someone is building God in a dark cup.
A man engenders God. He is a Jew.
With saddened eyes and lemon-colored skin;
Time carries him the way a leaf, dropped in
A river, is borne off by waters to
Its end. No matter. The magician moved
Carves out his God with fine geometry;
From his disease, from nothing, he's begun
To construct God, using the word. No one
Is granted such prodigious love as he:
The love that has no hope of being loved.
Translated by Willis Barnstone
Alfredo Jiménez G.
8a"Las translúcidas manos del judío/ labran en la penumbra los cristales..." Y lo siguen haciendo en el presente porque aquel "hombre de tristes ojos y de piel cetrina" es una hoja que llevada por las aguas del cambiante río, permanece. Spinoza fue uno de los autores que condujeron a Borges por los inquietantes laberintos de la metafísica, pasadizos por donde él a su vez nos guía a nosotros. Resultaría algo irresponsable calificar al Poeta argentino y universal de agnóstico, aún frente a estos brillantes endecasílabos del soneto que hoy nos ocupa. Su relación con la idea de Dios era mucho más profunda y compleja de lo habitual en un ser humano, y por eso al hablar de El Creador a veces nos parece un poco irreverente. Sobre esto nos diría Mafalda, una niña argentina como el autor: (refiriéndose a Dios), "qué se va a enojar, si nos tiene una paciencia..." Baruch Spinoza era uno de los autores preferidos de Borges. Sabemos que muy pocos tuvieron ese privilegio de entrar en los afectos y admiraciones de un escritor que era tan riguroso en sus juicios, empezando consigo mismo y por ello alcanzó tal nivel de perfección. No le apuraba que lo tildaran de "ateo", con su franqueza que escandalizaba a los simples, llegó a afirmar que "se debía incluir a la teología en la Literatura fantástica". Y bajo este criterio calificó a la obra de Spinoza como "aún más excelente que la de Wells y la de Poe", pues "la idea de un Dios todopoderoso y omnidotado es más apasionante que la más exquisita de las creaciones de la fantasía o de la ciencia ficción". (sic.) Queda manifiesta la enorme admiración que Borges sentía por Spinoza, además el hecho de que le dedicara varios poemas, entre ellos dos inolvidables sonetos. A ese autor de tan frágil salud y fuerte espíritu, que fue bendecido con el mejor de los amores, "el que no espera ser amado"...