Portrait of Benedictus (Baruch) Spinoza, by Unknown artist
Jorge Luis Borges

Baruch Spinoza

Golden mist, the Occident illumines
the window. The assiduous manuscript
waits, already loaded with the infinite.
Someone is building God in the half-light.
 
A man begets God. He’s a jew,
sad-eyed and sallow-skinned;
time carries him as the river
carries a leaf on its declining waters.
 
Not important. The sorcerer insists
and carves God from refined geometry;
from sickness, from nothing,
 
God is erected from the word.
The most prodigious love was granted him,
the love that has no hope of being loved.
 
Translated by M. Salomon
 

 
A haze of gold, the Occident lights up
The window. Now, the assiduous manuscript
Is waiting, weighed down with the infinite.
Someone is building God in a dark cup.
 
A man engenders God. He is a Jew.
With saddened eyes and lemon-colored skin;
Time carries him the way a leaf, dropped in
A river, is borne off by waters to
 
Its end. No matter. The magician moved
Carves out his God with fine geometry;
From his disease, from nothing, he's begun
 
To construct God, using the word. No one
Is granted such prodigious love as he:
The love that has no hope of being loved.
 
Translated by Willis Barnstone

"Las translúcidas manos del judío/ labran en la penumbra los cristales..." Y lo siguen haciendo en el presente porque aquel "hombre de tristes ojos y de piel cetrina" es una hoja que llevada por las aguas del cambiante río, permanece. Spinoza fue uno de los autores que condujeron a Borges por los inquietantes laberintos de la metafísica, pasadizos por donde él a su vez nos guía a nosotros. Resultaría algo irresponsable calificar al Poeta argentino y universal de agnóstico, aún frente a estos brillantes endecasílabos del soneto que hoy nos ocupa. Su relación con la idea de Dios era mucho más profunda y compleja de lo habitual en un ser humano, y por eso al hablar de El Creador a veces nos parece un poco irreverente. Sobre esto nos diría Mafalda, una niña argentina como el autor: (refiriéndose a Dios), "qué se va a enojar, si nos tiene una paciencia..." Baruch Spinoza era uno de los autores preferidos de Borges. Sabemos que muy pocos tuvieron ese privilegio de entrar en los afectos y admiraciones de un escritor que era tan riguroso en sus juicios, empezando consigo mismo y por ello alcanzó tal nivel de perfección. No le apuraba que lo tildaran de "ateo", con su franqueza que escandalizaba a los simples, llegó a afirmar que "se debía incluir a la teología en la Literatura fantástica". Y bajo este criterio calificó a la obra de Spinoza como "aún más excelente que la de Wells y la de Poe", pues "la idea de un Dios todopoderoso y omnidotado es más apasionante que la más exquisita de las creaciones de la fantasía o de la ciencia ficción". (sic.) Queda manifiesta la enorme admiración que Borges sentía por Spinoza, además el hecho de que le dedicara varios poemas, entre ellos dos inolvidables sonetos. A ese autor de tan frágil salud y fuerte espíritu, que fue bendecido con el mejor de los amores, "el que no espera ser amado"...

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