¡Si fuera tiempo de empezar la vida!...
En decisivo instante así pensaba
cuando de iluso olvido sólo esclava,
mi alma parecía redimida.
¡Mísera libertad!: ¿qué me dejaba?
Me acordaba por quien tengo perdida
la leve edad que al porvenir convida
y el antiguo vigor que levantaba
mi nombre entre los seres argentinos.
Después decía, como quien delira:
ama sólo a los pájaros divinos,
a la divina soledad aspira
y a la azulada sombra de los pinos...
Y la llamaba, como quien delira.