Augusto Roa Bastos

La guarania

A José Asunción Flores

Así como la brisa
con leve son gimiendo entre boscaje
    sus cantares desliza,
cual si vibrar hiciera algún cordaje
    de su aliento el suspiro
en el agreste y tropical retiro,
 
    el acorde armonioso
de la Guarania, canto de la raza,
    con trino melodioso,
vibrando un punto fugitivo pasa
    a perderse en el viento
como desmaya el eco de un lamento.
 
    Esa música tiene
la inspiración de un salmo misterioso;
    y desde el fondo viene
    del pasado brumoso
trayendo los recuerdos de leyenda
por luminosa y perfumada senda.
 
    Es ánfora sonora
    que el infinito arcano
    de Guarán atesora.
Del gran Tupá la prodigiosa mano
lególa a un genio un día
para esparcir raudales de armonía.
 
    ¿No oís, acaso, en ella
quejarse inmensa de Guarán altivo,
    como en vaga querella,
el alma errante en el solar nativo,
    olvidada y sin guía
en la tiniebla de un eclipse, umbría...?
 
    La escucho, sí, mezclada
al fragoroso estruendo del torrente;
    al rumor de la fuente
que por tranquilo curso, plateada,
    ondea en la pradera,
el valle, el bosque y la gentil ladera;
    a la triste elegía
que en el silencio el Urutaú desgrana
    con fatal profecía
que ahuyentará la luz de la mañana,
    como el espectro obscuro
del “Pora” y del “Pombero ”, a su conjuro.
 
    La Guarania semeja
un rielar de luna sobre el lago
    que rizado refleja
en arabescos mil; al tenue y vago
    murmullo de las aguas
de nuestro río paterno en que impelidas
    mil rápidas piraguas
por sombras, van bogando estremecidas...
 
    Canción que eres el alma,
alma vibrante de la estirpe ausente;
    hoy eres en la calma
del patrio suelo monumento ingente,
    sonoro y prodigioso,
en la memoria de Guarán glorioso.

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