Sobre mí

No busques en mí el consuelo de un abrazo,
ni la tibieza de una palabra melosa.
Aquí no encontrarás dulzura,
porque la vida, como es,
no viene con azúcar ni adornos inútiles.
La poesía me enseñó eso:
a amar las palabras desnudas,
sin disfraz ni maquillaje,
a encontrar belleza en la verdad,
aunque duela, aunque sangre.

Me gusta cocinar,
porque el fuego me entiende.
Es honesto, como yo,
te da lo que mereces:
un bocado perfecto o una quemadura eterna.
La cocina es mi refugio y mi guerra,
un campo donde el caos tiene sentido
y los sabores cuentan historias
que nunca aprendí a decir en voz alta.

El jazz…
Ah, el jazz es el idioma que no hablo,
pero que siempre entiendo.
Es el caos ordenado,
la libertad atrapada en un compás.
Es lo que soy:
un salto entre notas imperfectas,
un susurro que se ahoga en trompetas rotas.

¿Y la vida?
La vida es lo que es:
un plato servido a medias,
un poema que nunca termina,
una canción que se apaga
antes del último acorde.
No la endulzo, no la niego.
La tomo como viene,
con su amargura,
con su fuego,
con su caos que, al final,
es lo único que tiene sentido.