Armando Uribe Arce

Armando Uribe desnuda su corazón sin pudores

Durante los últimos cinco años, el abogado y escritor Armando Uribe se ha enclaustrado, según dice, para hacer un balance de su vida, proceso que, en lo que concierne a la literatura, se ha traducido en publicaciones como “Memorias para Cecilia” (2002) y las dos que ahora se suman:" ‘Caballeros’ de Chile" y “Diario enamorado”, volúmenes editados bajo el sello de Lom Ediciones y Catalonia, respectivamente.

“El verdadero caballero tiene una genealogía espiritual de muchos siglos, que incluye valores como el decoro, la justicia, la defensa de los más desvalidos, la dignidad y el pudor, valores que en grandísima parte se han perdido en nuestro país”, comenta el insobornable autor sobre el primero de sus nuevos libros, trabajo –escrito en 1974 y publicado originalmente en Francia en 1978- en el que, a través de recuerdos de su niñez y adolescencia, define el carácter de la burguesía nacional para explicar las razones del golpe de Estado de 1973.

En “Diario enamorado”, en tanto, Uribe retrocede hasta 1955, cuando tenía 21 años y se desvelaba por Cecilia Echeverría, quien se convirtió en su esposa en 1957 y de la que enviudó hace dos años.

—En “ ‘Caballeros’ de Chile”, usted vislumbra a los 7 años que la literatura le permitirá no ser ni grande ni chico.
—El artista, en general, y el escritor, en particular, mantienen vivo el niño que han sido. Todos sabemos que en la sicología de los adolescentes, adultos y viejos las experiencias más importantes son las de los primeros años de niñez, pero éstas son más recuperables por los escritores y otros artistas que por el resto de las personas.

—Pero a usted no lo convencía mucho su condición de niño.
—Claro. Acabo de cumplir 70 años y estoy feliz, porque ya a los 20 un amigo decía que Armando Uribe se ha preparado para ser viejito desde la niñez. Ahora lo logré y estoy contento.

—¿Por qué?
—Cuando se llega a esta etapa uno logra una cierta paz consigo mismo, en el sentido de aceptarse como uno ha sido y es. Esa es una grandísima ventaja ante la gente de menos años.

Aunque fueron escritos en 1955, los quince cuadernos que conforman “Diario enamorado”, y que registran el irrefrenable amor de Armando Uribe por la joven Cecilia Echeverría, permanecieron guardados en una caja que la pareja llevó en diversos viajes al extranjero, hasta que, ya en Chile, los descubrió la propia protagonista de los textos.

—Usted había olvidado este diario.
—Completamente. Esos cuadernos entraron en 1957 a una caja que fue abierta por mi mujer en el 2000. Ella los leyó con gran curiosidad, se los mandó en fotocopias a uno de mis hijos que está en París y este hijo me empujó telefónicamente a publicarlos. Es un diario muy ingenuo, muy sincero y se dicen cosas con las que no necesariamente quedo bien.

—¿En qué sentido?
—Quedo como un inocente de pueblo, sobre todo en esta época, en que las materias eróticas son llamadas sexuales, palabra que nunca usamos nosotros. Se decía tener relaciones, nada más. Mi mujer y yo tuvimos siempre pudor y decoro, pero en esta época ese pudor se ve mancillado todo el tiempo, tanto en publicaciones como en conversaciones y en los medios, hasta un extremo obsceno y grosero.

La vergüenza es del pasado

Armando Uribe cuenta que la existencia de “Diario enamorado” –texto del que nunca le había hablado a su esposa– causó tal sorpresa en Cecilia Echeverría que ella, cuando lo encontró, se quedó leyendo hasta las cuatro de la mañana las reflexiones amorosas que había inspirado a su marido.

“Tiene que haberle interesado cómo éramos ella y yo, vistos por mí, cuarenta y tantos años antes”, dice el autor.

—Al publicar el diario, ¿no le produce pudor verse tan expuesto?
—Durante este balance que he estado haciendo de mi vida, me he dado cuenta de que, a pesar de que me he pasado haciendo trabajos como abogado, como diplomático, como profesor universitario, he estado escribiendo todo el tiempo. Admití que soy una persona que escribe y, por lo tanto, me sentí despojado de la vergüenza que antes sentía frente a la cosas muy personales e íntimas.

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