#EscritoresEspañoles
Yo era poeta labrador. Mi campo era amarillo y áspero. Todos los días yo sudaba y lloraba para ablandarlo. Tras de los bueyes, lentos, firmes…
Me tienes y soy tuya. Tan cerca u… como la carne de los huesos. Tan cerca uno del otro y, a menudo, ¡tan lejos!... Tú me dices a veces que me encuent…
No quiero que los besos se paguen ni la sangre se venda ni se compre la brisa ni se alquile el aliento.
Ola cuajada en la piedra con espuma de romero, hasta tu desnuda cima me has levantado sin vuelo. Sobre tu lomo clavada
Ángeles tuyos, gerardo, por vientos y nubes blancas de un mundo inventado adrede dibujan las coordenadas. Ángeles de X a Z
Quietos en la noche clara. Mi cara junto a tu cara; la misma luna nos baña. Piel contra piel, en mi cuerpo siento el ritmo de un latido
¡Cuán vanamente, cuán ligeramente me llamaron poetas, flor, perfume!… Flor, no: florezco. Exhalo sin mu… Me entregan la simiente: doy el fr… El agua corre en mí: no soy el agu…
Sí, también yo quisiera ser palabr… Ser un ala sin plumas en un cielo… Ser un oro sin peso, un soñar sin… un sonido sin nadie... Pero mis versos nacen redondos com…
“—¡Orza la barra!... ¡A estribor!… ¡Izad el trinquete!... ¡Avante!..… Las cuatro sillas navegan por los mares orientales... El cinturón erizado
A la orilla del río, en una orilla… miro la otra: juncos, hierva suave… troncos erguidos, ramas en el vien… cielo profundo, vuelos desiguales.… ¿Y esta orilla?... Mirarla, verla…
No quiero irme viviendo, irme muri… en este remolino de los días, ciegos de prisa, locos enredados, mordiéndose las colas, resbalándos… por rotas espirales de impaciencia…
Una mujer corría. Jadeaba y corría. Tropezaba y corría. Con un miedo macizo debajo de las… y un niño entre los brazos.
Yo no iba sola entonces. Iba llen… de ti y de mí. Colmada, verdecida, me erguía como grávida montaña de tierra fértil donde la simiente se esponja y apresura para el brot…
Abre tus ojos anchos al asombro cada mañana nueva y acompasa en místico silencio tu latido porque un día comienza su voluta y nadie sabe nada de los días