View of Heath Street by Night, by John Atkinson Grimshaw
A.A. Oqueli

Destiempo.

Se tumbó contra mí y se hunidió entre mi pecho, rompió en llanto, jamás había visto a un hombre llorar así. Cada cuánto ves a un hombre que aparenta ser fuerte; siendo libre de exponer su dolor y mostrarse vulnerable, son cosas que solo el amor te enseña, son cosas que te provoca el amor. Para entonces no sabía qué hacer, él se aferraba a mí con todas sus fuerzas, mis costillas estaban siendo probadas, él sollozaba y enormes gotas de sal rodaban sus mejillas empapando su cara, parecía que quería gritar y que ese grito rebotaría como eco por los charcos de lluvia que se formaron esa tarde entre las calles de piedra de aquella ciudad. Me asusté un poco, cómo calmas la aflicción de un hombre que chilla como niño descubierto. Tocaba su espalda y encendía un botón que aceleraba las lágrimas, creo que él no había llorado nunca y ese fue el momento justo para desbordar lo ocumulado por siglos. No sabía que decir y él tampoco, se lementaba tanto; los estragos causados, el desorden, el fraude. Contemplar su añoranza fue lo más puro que vi, derretido ante mí, por mí, verlo descubrirse así, fue el acto de amor más grande que recibí de él, sentía perderme; efectivamente me estaba yendo, todo provocado por él mismo, sin poder retener el amor, ni el tiempo.

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