Si ha de ser condición de mi dicha el olvido
de ti, quiero estar triste siempre (como he vivido).
Prefiero la existencia más árida y doliente
al innoble consuelo de olvidar a mi ausente.
Por lo demás, ¡qué tengo sin ti de cosa propia,
que me halague o sonría en esta clara inopia,
ni qué luz en mis noches me quedará si pierdo
también la lamparita cordial de tu recuerdo!