Un suspiro
como tormenta
un cielo gris
que tapaba estrellas,
una noche oscura
que tapaba sombras,
en esa profundidad me acobijaba,
mi alma escondida tras
venas, arterias y el corazón
mis ojos moviéndose en toda dirección
con el deseo de no encontrar
nada en esa habitación,
mi sudor, me delataba,
emanaba un miedo
que hacía temblar montañas.
Un cuarto aislado,
un colchón desgastado
alejado de los sueños,
unas sábanas de niño
empujaban mi cuerpo,
mi piel rosando la suya,
dejando latidos acuchillados,
componiendo una melodía
para darle un fin aterrador,
uno cubría al siguiente,
como si hubiera más almas,
los pensamientos empujando mis sentidos,
mis rodillas empujando mi pecho,
mis manos cubriendo mis pies,
mi piel cubriendo mis entrañas,
mis entrañas sin saber que hacer,
en ese momento, una mano se acerca,
y lo que al perecer me cubría, nada me defendía,
mi piel, manos, rodillas, hasta la sábanas corrían
el silencio aturdía y es ahí cuando me descubrí,
supe que era mi mano,
eran mis ojos viéndolo,
eran mis cuchillos matándolo
y el silencio demostrando lo peor.