Y me tienes, amor, cautivo
en esta prisión sin cerradura,
donde tus manos levantan muros,
y tus pasos delatan mi locura.
No hay juez que dicte sentencia,
solo tu voz, firme condena,
sin cadenas que aten,
solo el peso ardiente de tu presencia.
Eres la llave que nunca gira,
la condena que nunca termina,
un beso que atrapa el alma,
Desnudas la osadía del ladrón furtivo,
que robó estrellas a un cielo lejano,
y me dejas, rendido,
en lo profundo de un anhelo.
Aunque quisiera huir de tus cadenas,
me ata el deseo de seguir en tu prisión,
porque en tus rejas, amor, soy libre,
y en tu castigo hallo redención.
Encadéname o tira la llave,
haz de mi corazón tu prisión,
porque tu cárcel es mi refugio,
y en ella vivo, muriendo por tu luz.