Ojos Torcidos

Ya no corras más

Deja de respirar a ese ritmo,
y solo camina a otra dirección.

No quiero estar de vuelta en ese circuito en donde la única persona que siempre termina perdiendo soy yo. Porque soy yo él que se ilusiona una y otra vez contigo.
Al comienzo de la carrera era interesante descubrir que tan arriesgado sería al seguir tu ritmo, tus pasos, y tus miradas..., pero luego se volvió una pesadilla real. Tan real que me escondía de ti. Eras el ancla que me sujetaba a un mundo del cual no quería ser parte, pero mi yo masoquista se sujetaba a la cuerda cada vez que quería hacerse daño. En ocasiones, llegué a halar tan fuerte, que aunque físicamente estábamos separados, éramos uno solo. Mi mente se ocupaba en diseñar a imagen precisa tu sonrisa, que cada vez que cerraba mis ojos podía ver tus labios curvarse y definir ese pedazo del cielo que me hacía sonreír de forma extraña. Aquello que parece cosa de cuentos de amor, sucedía casi todo el tiempo cuando halaba hacia ti. Y no solo era con tu sonrisa.
Confieso que todo de ti me era perfecto..., hasta tu forma brusca y honesta de apagarte. De andar vacilando a pasos lentos, con tu mirada perdida y con la mente en el espacio. Increíblemente, en aquellos momentos era cuando más me atraías. Yo solo quería escucharte. Aquello nunca pasó. Tú nunca me hablaste sin antes yo iniciar la conversación. Y fue cuando me di cuenta de que jugaba a algo que solo era real en mi cabeza. Traté de seguir tu ritmo en la carrera, pero en la vida, tú vas a un paso que es sencillamente descomunal; y si no te detienes pronto, vas a terminar golpeándote con la vida.
Por un momento, fuiste la droga que jamás quise consumir..., pero ahora que veo de lejos, te volviste la persona que se mata mientras se droga.

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