Aurorelunar

II

Atisbos, nada mas que eso.
Petulantes y fragantes atisbos.
 
 
Con la nimia rabieta de mi pecho andante
me he quedado desnuda,
mi piel se eriza como rumiante con la sal,
mientras los ojos que se empañan al contacto de la neblina
miran el horizonte obscuro.
Puede ser todo tan pequeñito,
pero tan agraviante, pero así y todo, sólo continúan siendo atisbos.
 
A veces recorre un frío helante,
como una noche de Julio en el Valle.
Enciendes tu cigarro con ese aroma único, asi.. húmedo.
Luego te recorre las venas,
la espina dorsal se entumece como si fuera una bestia muda.
El tesoro que queda inmaculado en tus cenizas se pudre.
Te carcome.
Te exclaviza.
 
Es raro, se dispersan entrañas y miradas por el cielo de juez benevolente, casi tiene un parecido cósmico como cuando se agita un pañuelo al aire, diciendo adiós.

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