Miré un día a las estrellas, una rosa había visto y en la noche estaba
Mis ojos contemplaban a la Luna, pero miré a mi alrededor por el lugar de amor del que hablaban
Hablaban de la soledad que acompañaba a la persona sola, miré a mi alrededor para observar si había alguien a parte de la noche entrada
Miré y vi, no me hablaba pero se encontraba, tristeza de oro me acompañaba
Siempre había estado allí, desde el tiempo del recuerdo bonito más añejo: No era mala compañía, ni buena, pero me acompañaba
El aire susurró hacia el prado, mas no dio a tristeza de oro, sino a Blanca rosa, que estaba al lado
La vi; era perfecta para mí, sus hojas eran blancas y no rojas, pero era rosa, y su olor era de savia, aunque en ella estaba, sus espinas acariciaban, aunque ellas pincharan
Caminé hacia ella, pues no quería volar para nubes o nadar para espuma, Blanca rosa estaba allí, y yo a su lado
Mas al alejarme a tristeza de oro sola dejé, ya no quería nada, solo a Blanca rosa por tanto
Más de cerca era mejor, más perfecta, más de cerca quería verla, quería olerla, y acariciarla en pinchazos de amor por eternidad
A Blanca rosa poemas le nació querer y poemas le conté, y ella escuchó con satisfacción por amor a los poemas, no por mí ni por su querer
Pues yo amaba que ella amara, no a mí mas si fuera en el caso de amor nacería un nuevo regazo
Como en un arrastre, suplicado escuché, ¿quién necesita arrastrarse? ¿Para quién sería aquella suplica, casi arte?
Miré hacia mis pies, en suelo, oro eran, mi torso y mi cadera y mi enterísimo cuerpo casi, ¿por quién era?
Tristeza de oro estaba tras y casi en mí, como una escultura, tan triste y tan rastrera
Blanca rosa extendía con pétalos, aire, viento, amor, yo veía, sólo veía, admiraba y quería
Tristeza de oro no muere, mas sólo espera
Blanca rosa ha de ser regada con amor antes de que se muera