Tu cuerpo
se me aparecía
por las noches
como una montaña
y yo trepaba por tu cuerpo
como un animal salvaje
en su terreno.
Me caía y relinchaba
como un potrillo joven
y me esforzaba en llegar
a tu risa de aguas claras
para bañar mi cuerpo
en esa algarabía.
Una vez
una de tus pesadas manos
cayó sobre mí
para desviar mi mirada
del hondo precipicio
y yo seguí creciendo.
Después del golpe
recuerdo de tu voz:
la muerte cuando ocurre
ocurre a solas.