Vomitando.Flores

04-09-2018

No importa qué tan fuerte sople,
tus nubes nunca se alejan.
A lo sumo retroceden unos cuantos
centímetros,
pero vuelven inmediatamente a su lugar
para seguir causando estragos en tu mundo
y hacer que llueva en el país de tu rostro.
 
¿Cómo espanto esos pajaritos
en tu cabeza?
Te juro que lo intento.
Todos los días me planto ante ellos
y les cuento un chiste,
los abrazo,
les recuerdo que si está más o menos bien,
entonces está bien.
Pero no se espantan
y parecen ser cada vez más feos.
Seguramente yo no sea el mejor
espantapájaros,
pero lo intento.
 
Te entiendo, te juro que te entiendo.
 
Los sollozos, los gritos, el frío,
la falta de aire,
el dolor insoportable en el pecho,
la presión en la cabeza,
el impulso de querer correr pero no
poder moverte, los temblores,
no poder hablar,
ser todo jadeos desesperados.
Y yo haciendo fuerza para no llorar.
Y el vaso con agua,
y la pastilla,
y “tranquila, respirá despacio”
y el alivio,
que se siente hasta peor que la crisis.
La culpa,
las disculpas,
el llanto otra vez pero ahora más puro
y doloroso,
el dolor de cabeza y oídos,
los ojos hinchados,
la ropa y el pelo mojados,
el agotamiento físico, que es total.
 
Tantas lágrimas y tan pocos pañuelos.

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