Me dieron un puñado de rosas
a la hora
del ánfora en la comba rupestre del estío,
y debo hacer un hombre con él,
y no se cómo.
Me dieron un arrullo torcaz
en el ocaso,
con rudos cazadores
debajo de sus alas,
y debo hacer un hombre con él
y no se cómo.
Me dieron un miedoso balido
en el descenso de cumbres,
cuando el lobo despierta
y agazapa,
y debo hacer un hombre con él
y no sé cómo.
Me dieron un remanso de peces
asombrados, y arenas,
y guijarros filosos en el fondo,
y debo hacer un hombre con él
y no sé cómo.
Me dieron un susurro mecido
de improviso
gritando
por la herida de corzas y de nardos,
y debo hacer un hombre con él
y no sé cómo.
Qué simple y que dramáticamente
aventurado
un hombre,
un hombre,
un hombre...
Me dieron todo esto
que traigo desde el fondo
del sueño que desborda
mis pobres brazos,
flechas,
y miedos, y tabúes, y mitos, y leyendas,
y hogueras y perfumes, y altares
y brutales
sangrientos sacrificios,
proezas, sumisiones, recuerdos,
profecías, castigos; traigo a todos
los hombres en este hombre fundamental
el hombre...!
El hombre,
el hombre
el hombre
que voy a hacer de mi hijo.