Éxtasis y Llama
En el silencio que antecede al trueno,
tu nombre vibra en mi interior escondido,
como raíz que agita el suelo sereno,
buscando el sol que un día fue su nido.
Tu risa es viento que deshace el hielo,
incendio lento que no pide abrigo;
en cada huella que tu paso deja,
germina un bosque de fulgor antiguo.
¿Qué es el amor sino un río insomne
que talla cañones en la roca del tiempo?
Sed que bebe de sí misma, voraz,
y en su cauce guarda secretos eternos.
Anhelo ser la lluvia en tu desierto,
fuego que en tu noche fría crepita,
lengua de sal que tu sed despierta,
huracán que en tu calma se delira.
Si tocas mi pecho con tu aliento helado,
las sombras huirán cual aves heridas;
tu mirada, espada que parte mi alma,
forja en cicatrices luces encendidas.
No hay muro que resista a tu gemido,
ni altar que no se rinda a tu deseo;
somos dos dioses de piel derretida,
fundiendo imperios en lecho de sueños.
Mas si el destino, cruel, nos desgarra,
y el huracán de tu amor se desvanece,
quedaré como un mar sin mareas,
cáscara rota que la luna mece.
Pues pasión no es sólo el beso ardiente,
ni el cuerpo que en llamas se consume;
es la semilla que rompe la tierra,
el grito que en el abismo resume.
Es el vuelo del ave que no teme
al vértigo del cielo infinito,
es el susurro que en la nada crece,
y en su eco, encuentra su propio grito.
Hoy te nombro, doncella de mis llamas,
fénix que en mi noche oscura brillas;
aunque el mundo en mil pedazos caiga,
en tu fuego hallaré las estrellas.
—Luis Barreda/LAB