Leopoldo Lugones

A ti, la única

Un poco de cielo y un poco de lago
donde pesca estrellas el grácil bambú,
y al fondo del parque, como íntimo halago,
la noche que mira como miras tú.
 
Florece en los lirios de tu poesía
la cándida luna que sale del mar,
y en flébil de azul melodía,
te infunde una vaga congoja de amar.
 
Los dulces suspiros que tu alma perfuman
te dan, como a ella, celeste ascensión,
la noche..., tus ojos..., un poco de Schuman...
y mis manos llenas de tu corazón.
 
Primer violín
Largamente, hasta tu pie
se azula el mar ya desierto,
y la luna es de oro muerto
en la tarde rosa té.
 
Al soslayo de la luna
recio el gigante trabaja,
susurrándote en voz baja
los ensueños de la luna.
 
Y en la lenta palpitación,
más grave ya con la sombra,
viene a tenderte la alfombra
su melena de león.
 
Segundo violín
La luna te desampara
y hunde en el confín remoto
su punto de huevo roto
que vierte en el mar su clara.
 
Medianoche van a dar,
y al gemido de la ola,
te angustias, trémula y sola,
entre mi alma y el mar.
 
Contrabajo
Dulce luna del mar que alargas la hora
de los sueños del amor; plácida perla
que el corazón en lágrimas atesora
y no quiere llorar por no perderla.
Así el fiel corazón se queda grave,
y por eso el amor, áspero o blando,
trae un deseo de llorar, tan suave,
que sólo amarás bien si amas llorando.
 
Violonchelo
Divina calma del mar
donde la luna dilata
largo reguero de plata
que induce a peregrinar.
 
En la pureza infinita
en que se ha abismado el cielo,
un ilusorio pañuelo
tus adioses solicita.
 
Y ante la excelsa quietud,
cuando en mis brazos te estrecho
es tu alma, sobre mi pecho,
melancólico laúd.
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