Leopoldo Panero

Pequeño canto a la Sequeda

...Todos los veranos,
bien de madrugada,
la humilde Sequeda,
como una palabra,
saluda mis ojos
con surcos y alas;
y entre las encinas,
desde mi ventana,
Valderrey asoma,
dibuja Matanza
su fiel lejanía
de errantes campanas.
Tejados humea
mientras rompe el alba,
y hacia Tejadinos
la cigüeña pasa.
¡Bustos y curillas,
mínima comarca
de centenos pobre
entre nubes altas!
 
         ...Todos los veranos,
bien de madrugada,
junto al tren que silba
sílabas de infancia,
y entre los tobillos,
piornos y retanas,
la Sequeda es una
costumbre del alma
y un lado del mundo
donde todo calla,
donde es todo ausencia
que nos acompaña
y nos reflorece
hoy, ayer, mañana.
 
         ...Nómada del viento
que por ella vaga;
nómada del cardo
que su piel araña,
nómada de ovejas,
pero sin mudanza,
la Sequeda es una
yerta rinconada
de lagunas –casi,
charcos– donde el agua
que beben los bueyes
de la lluvia guarda.
 
         ...Nómada de nubes,
(como la mirada
del pastor) no espera,
–¡la espera es tan larga!–
más que el mismo frío
con la misma escarcha,
los mismos vecinos
que la muerte iguala,
y algunas gallinas,
que al sol de las tapias,
en paz picotean
su estable jornada
de corral, y aún tibias,
de tan puro humanas,
buscan el adobe
de nocturna paja.
 
         ...¡Cauce del Turienza
cerca de Piedralba,
qué fina frontera
de juncos y ramas;
y el Teleno, lejos,
qué enorme distancia!
¡Tejados, Curillas,
Respirada calma
de Cuevas, y al margen,
Penilla y Celada!
¡Míseros barbechos
que un montón de parva
resume, y que un árbol,
repentino, baña
de melancolía
más que de fragancia!
 
         ...Todos los veranos
bien de madrugada,
dan cita a mis ojos,
que andan, andan, andan,
Tejadinos, Bustos,
Valderrey, Matanza,
y allá en Castrotierra
la ermita sagrada
¡Ojalá que un día
quien su tierra labra,
mire el surco henchido
por la fuente clara,
por la acequia pura
que en mi pecho canta,
cristalinamente,
desde la esperanza!
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