Leandro Fernández de Moratín

En esta venerada tumba, humilde

En esta venerada tumba, humilde,
yace Salicio: el ánimo celeste,
roto el nudo mortal, descansa y goza
eterno galardón. Vivió en la tierra
pastor sencillo, de ambición remoto,
a el trato fácil y a la honesta risa,
y del pudor y la inocencia amigo.
Ni envidia conoció, ni orgullo insano,
su corazón, como su lengua puro.
Amaba la virtud, amó las selvas.
Diole su plectro, y de olorosas flores.
guirnalda le ciñó, la que preside
al canto pastoril, divina Euterpe.
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