Se antojan tus palabras verticales
que caen como agujas estridentes
en planos que girando iridiscentes
siembran ansias en venas corticales.
Se antojan tus decires fantasmales
que me esquivan pues se hunden entre dientes.
Si vienes hasta mí ya no me tientes
échalos al buzón de los fangales.
Tengo hambre de tus voces suculentas
del enorme desierto almibarado
que encierras en el cofre del pasado.
Famélica la sombra que proyecto
cuando ya abres el libro de tus cuentas
y tu cálida voz yo me la inyecto.