Quisiera despertar y ser un ave, a veces,
desprenderme del peso de mi nombre,
ser solo un soplo en la brisa,
una sombra leve sobre los techos dormidos.
Quisiera vestir plumas en vez de recuerdos,
sostener el aire como única certeza,
ser eco de mi propio canto
y dejar atrás la lengua de los hombres.
Quisiera volar sin rumbo ni dueño,
dibujar círculos en el cielo
sin que nadie me pregunte
por qué insisto en buscar lo imposible.
Pero despierto con la piel de siempre,
con los mismos ojos,
con el mismo peso en los hombros
y el mismo anhelo:
ser un ave, a veces.