Ella, solo ella fue magia.
Esa inexplicable qué embriaga.
Ojos cargados de inocencia.
Labios llenos de pasión.
Manos que, con desearlo,
doblegarían cualquier alma.
Todo en ella era arte,
destinado a los más sensibles artistas.
Los que la conocieron,
no la entendieron y aquellos que corrieron
con la suerte de hacerlo,
fueron destinados a perderla.
Mis días, más tristes y alegres
los viví bajo sus caricias,
naufrago del mar de sus sonrisas.
En sus besos podía matarme y hacerme renacer.
Etéreo este sueño hecho beso,
despertando en la pesadilla de un adiós.