José María Hinojosa

Campo – sementera

A Manuel Altolaguirre

El gañán
ve encender
la candela del cielo,
al amanecer.
 
Llega a la besana
y empieza a devanar
el ovillo de la tierra.
 
De vez en cuando canta.
 
Yunto. Yunto.
Al abrir el surco,
la tierra se besa
y se queda quieta.
 
Yunto. Yunto.
 
El gañán sigue devanando
su madeja,
pero nunca se acaba.
 
De vez en cuando canta.
 
Yunto. Yunto.
 
¡Pero nunca se acaba!
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