José Lezama Lima

A la frialdad

I
 
El sueño que se apresura
no es el mismo que revierte.
La muerte cuando es la muerte,
Pierde la boca madura.
 
La esencia que no se advierte
suele ser la más impura.
El amarillo en la muerte,
seda es contra natura.
 
Ser en el ser desafía
a la unidad mensajera
que de sí mismo se fía
 
y sólo un rumor desaltera.
Cuando el fruto está vecino
la mano yerra sin tino.
 
II
 
Disperso, suave y atado,
haciendo un fugaz saludo
al ángulo del desnudo
techo, frío y aprisionado.
 
Al saludar lo pensado,
colmo sutil del menudo
río que fue elaborado
por un tritón barbudo.
 
Olvido de la corriente,
esencia del sacrificio
y candelas de la orilla.
 
Cuerpo que se mancilla
ya con el nuevo artificio:
ausente, no estás ausente.
 
III
 
Sigo una voz, desconcierta;
si una huella, me revela
que la mansión más incierta
no es la que de noche vela.
 
Banal idea no recela
de la nube, la incierta,
fácil onda no se hiela
porque busque boca yerta.
 
Paradoja sonreída:
la pasión hecha jauría
quiere ser siempre vencida.
 
La serpiente es mano alzada.
Corona del desvarío,
Mano en la mano ocultada.
 
IV
 
Entre la flecha y el punto
el insecto bordonea.
El arco del cejijunto
crea paréntesis, crea.
 
La lluvia, que no es conjunto,
arco y violín puntea.
Cuando la escala está en punto
el reloj suave gotea.
 
Siento que no me siento;
borro, y hostiga la nada.
Frente a la muralla el ojo
traza la ciudad cansada.
 
Rasgada flecha o rastrojo
suman un solo lamento.
 
V
 
Caída la hoja miro,
ya que tu olvido decrece
la calidad del suspiro
que firme en la voz se mece.
 
La sombra de tu retiro
no a la noche pertenece,
si insisto y la sombra admiro
tu ausencia no viene y acrece.
 
La sustancia del vacío
sólo halla su concierto
elaborando el desvelo
 
que presagia el cuerpo yerto.
Diosa perdida en el cielo,
yo con el cuerpo porfío.
 
VI
 
Si ya el que el ayer adivina
lo que sin signo previene,
el aire no desafina,
leve crepúsculo viene.
 
Las chispas que arremolina
el aire que lento adviene,
detrás de la oreja afina,
sierpe el oído deviene.
 
Perdida en mar de tintero
la sirenita, si yace
aprisiona sólo huellas.
 
Tirando del instantero
dormida abeja ya pace
el árbol de las estrellas.
 
VII
 
Si interrumpe la amargura
el jardín desarreglado,
la pausa es la hoja
impura entre el soplo y el nevado.
 
Ya la curva del granado
no aprisiona propia hondura;
la ceja del alterado,
metamorfosis impura.
 
Los cambios del remolino
en el ojo no es el celo
del gamo que está de fuga.
 
Que si depura, el desvelo
el último punto enjuga
madriguera del mohíno.
 
VIII
 
Cuerpo desnudo en la barca.
Pez duerme junto al desnudo
que huido del cuerpo vierte
un nuevo punto plateado.
 
Entre el boscaje y el punto
estática barca exhala.
tiembla en mi cuello la brisa
y en el ave se evaporaba.
 
El imán entre las hojas
teje una doble corona.
Sólo una rama caída.
 
Ilesa la barca escoge
el árbol que rememora
sueño de sierpe a la sombra.
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