José Asunción Silva

Perdida

Algo terrible sentirá tu alma, Infame libertino
Que el taller tornas de la pobre obrera
En lupanar maldito!
 
Era una hermosa niña! Sus pupilas
Tuvieron luz y brillo,
Y en su gracia inocente y descuidada
Hubo algo de divino.
Mas algún día entre el tumulto humano
Se deslizó en su oído
Una palabra. —Luego su mirada
Perdió el fulgor antiguo
Y se llenó de lágrimas, y luego
De una noche entre el frío
Se encontró sola en medio de la calle
Con el honor perdido;
En el alma llevando la tristeza
Y en los brazos un niño,
Y de vergüenza y de miseria llena
A sí misma se dijo:
"Del hombre aquel me vengaré en los hombres.
De mi cuerpo marchito
Haré un altar donde en su afán de goces
Le rindan culto al vicio.
Soy el placer; soy cual dorada copa
Llena de añejo vino,
Mas que guarda en el fondo envenenado
Un germen maldecido.
Venid a mí los que os sentís sedientos,
Venid, os daré alivio!...
Y ellos fueron, volaron a sus brazos
Blancos, alabastrinos,
Y ella bajó con prontitud pasmosa
Al fondo de un abismo...
Luego la edad su cabellera negra
Pobló de blancos hilos,
Y perdió su color y su frescura
El semblante marchito,
Y a pocas horas por infame lepra
El cuerpo corroído,
Entre sonrisas y cristianas preces
Y semblantes virgíneos,
Recostada en un lecho miserable
Del hospital sombrío
En brazos de las santas enfermeras
Dio el último suspiro!
Marchando vas sin ver el horizonte
Que forma tu camino,
Pero si acaso tornas la mirada
Al pasado perdido
Verás alzarse su fantasma blanco
En tu conciencia fijo!
¡Oh! cuando alguna vez errante y solo
Veas al pobre niño,
A quien nunca en su vida de miserias
Podrás llamar tu hijo,
Algo terrible sentirá tu alma,
Infame libertino,
Que el taller tornas de la pobre obrera
En lupanar maldito!
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