No son las fronteras del mundo,
ni las paredes que levantamos
entre las sombras de nuestra piel.
No es la hora, el día, el año ni el segundo.
No es la paz que escapa
entre las grietas de Ucrania, Rusia e Israel.
No es la falta de amor
ni las mentiras que componen
nuestra torre de Babel.
El problema del mundo
somos nosotros,
con nuestras cicatrices expuestas,
con nuestros sueños rotos,
con nuestros corazones de hierro.
Son las lágrimas no derramadas,
las palabras no dichas,
los abrazos no dados.
El problema del mundo
es que buscamos soluciones
en los lugares equivocados.
El problema del mundo
no es que Dios
nos haya expulsado del Edén.
El problema del mundo
somos nosotros,
y la solución también.
—Jorbin Pineda