Me he querido mentir que no te amo,
Roja alegría incauta, sol sin freno
En la tarde que sólo tú detienes,
Luz demorada sobre mi deshielo.
Por no apagar la brasa de tus labios
Con un amor que darte no merezco,
Por no echar sobre el alba de tus hombros
Las horas que le restan a mi duelo.
Pero cómo negarte mis espigas
Si las alzabas con tan puro gesto;
Cómo temer tus años, si me dabas
Toda mi juventud en mi deseo.
Quédate, amor adolescente, quédate.
Diez golondrinas saltan de tus dedos.
París cumple en tu rostro quince años.
Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.
Óyela hablarte de la luna, óyela
Cantando lánguida por los senderos:
Sus palabras más nimias tienen forma,
No le avergüenza ya decir “te quiero”.
Me has untado de fósforo los brazos:
No los tienen más fuertes los mancebos.
Flores palúdicas en los estanques.
De mis ojos. El trópico en mis huesos.
Cien lugares comunes, amor cándido,
Amoroso y porfiado amor primero.
Vámonos por las rutas de tus venas
Y de mis venas. Vámonos fingiendo
Que es la primera vez que estoy viviéndote.
Por la carne también se llega al cielo.
Hay pájaros que sueñan que son pájaros
Y se despiertan ángeles. Hay sueños
De los que dos fantasmas se despiertan
A la virginidad de nuestros cuerpos.
Vámonos como siempre: Dafnis, Cloe.
Tiéndete bajo el pino más erecto,
Una brizna de yerba entre los dientes.
No te muevas. Así. Fuera del tiempo.
Si cerrara los ojos, despertándome,
Me encontraría, como siempre, muerto.